Nos miran…
desde detrás,
desde las zonas opacas de los días
y desde los picos exagerados de las nucas.
Nos observan,
apacibles,
sentados en sus sillones de angustia o
en sus divanes de alegría;
pero sin apartar
sus ojos sangrientos de aquí.
Me revuelvo con vosotras,
encima o debajo de cualquier alma
y acabamos locas,
ambas,
la una por las otras,
las otras por la una…
el amor…
Y salís de mis manos como lava del volcán,
como pus entumecido,
como vómito de borracho…
desde las entrañas y las agallas detonáis
para provocar la luz,
la paz,
la calma exquisita de los actores del inframundo…
¡Oh palabras, venid a mi!
y dejad que los que miran, miren…
los que actúan, actúen
y los que,
como yo, sienten… sientan.