Todo consiste en recabar información, la necesaria para hacer balance, para evaluar el año que acaba y admitir todas las propuestas venideras, las que hacen interesante otro principio más, en este vaivén de principios que llamamos vida.
Eso conforma el principio de mi verano. El principio que es final de otra etapa, el año nuevo del invierno transmutado a los cincuenta grados de Sevilla… me gusta más.
Andaba yo recogiendo evaluaciones iniciales y finales, cuando de pronto escuché una canción… ¿no os pasa? no sé, supongo que no soy la única a la que le ocurre, mi vida se organiza en momentos definidos por un tema musical. De echo, no siempre es bueno; ahora odio a los Vetusta Morla porque me recuerdan a una persona enferma, amo a Iván Ferreiro porque sigue dándome las respuestas y comería en la palma de la mano de Love of Lesbian porque…bueno, porque comería en la palma de su mano… Y todo esto porque forman parte de mis balances…, de mi vida… ¡qué grande la música!.
A lo que iba…, andaba con mis finales, cuando escuché “Universos Infinitos” de los, antes mencionados, Love of Lesbian (¡qué grandes, qué grandes!) y decidí subir el volumen del ordenador (¡oh DiosSpotify!) para percatarme algo más de lo que decían… Y llegó el clic… el ansiado cambio de perspectiva, la universal manera de ver el vaso medio lleno y la certera decisión de comprender las cosas como realmente son: con objetividad.
Supongo que no tengo que contar nada más, sólo quería compartir esto. El cambio de rumbo. El re-Renacimiento. La búsqueda de la próxima canción.
Estoy sentada frente al pc, con la maleta a medio hacer… mañana salgo de la contaminación y el ambiente enrarecido con música de fondo y, qué contradicción, una flor de jazmín chuchurrida me recuerda que Sevilla huele bien; y yo… sonrío, porque hoy no me lo creo… ¡me voy!