Érase una vez una pizca de viento. Esta pizca de viento removía pocas cosas, es decir, pocas cosas que tuviesen un tamaño enorme (físicamente hablando); sí, movía pocas montañas y pocos elefantes, pocos rascacielos y casi ninguna escavadora.
Esta pizca de viento lloraba a menudo porque a ella lo que realmente le gustaban era los huracanes y los tornados que, aunque a veces destruían edificios y arrasaban plantaciones, algunas otras removían las arenas del desierto, revolvían el agua de los mares y, en definitiva, creaban paisajes efímeros dignos de ser plasmados para siempre, paisajes realmente espectaculares.
Un día, mientras paseaba cabizbaja por el parque, brincando de hoja en hoja de los álamos, se dio cuenta de que alguien la seguía. Por dónde ella pasaba, una hoja se movía: hoja, salto, hoja… y los ojos de alguien abajo: por cada brinco, una mirada. Se asomó como pudo mientras no cesaba en su paseo y consiguió vislumbrar a una chica joven con un pañuelo rojo en la cabeza que no dejaba ni un instante de mirarla: saltaba hacia arriba y los ojos la seguían hacia arriba; saltaba de lado a lado, los ojos se movían de lado a lado…
Más tarde, cuando pasó un buen rato y ya se había acostumbrado a la mirada cálida de su espía, decidió que estaba cansada y se recostó en la copa del álamo más alto.
La muchacha del pañuelo rojo sonrió, se sentó en el suelo, sacó un lápiz de rayas amarillas y una libreta de un bolso inmenso y dibujó. La pizca de viento, que era muy curiosa, se incorporó e intentó saber qué era lo que dibujaba la chica tan importante como para dejar de mirarla; pero…, no conseguía ver nada, estaba demasiado lejos; así que, de un salto seco bajó hasta la última rama del álamo más cercano a ella. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, sacó sus gafas de lectura y miró. Al ver lo que allí se garabateaba, no pudo contener un quejidito que salió de su pequeña boca de pizca de viento, que hizo que su amiga de pañuelo rojo mirase hacia arriba. Tan pronto como pudo, se escondió detrás de una de las hojas, ya que cuando las pizcas de viento hablan, nadie puede verlas y si alguien las ve, han de hacerse invisibles para siempre, mudas y no pueden acariciar ninguna cosa terrestre que exista.
La chica siguió dibujando sin parar un momento y la pizca de viento, casi sin poder parpadear, recordó al huracán y al tornado. Ya no quería ser ellos ni formar parte de sus espectaculares acciones; ella, ya tenía algo mejor, ella había conseguido, dentro de su pequeñez, su primer retrato.
Para la chica del pañuelo rojo
15 comentarios:
Una pizca de viento, tiene mucho este relato, mucho más que viento.
Antonio
Viva la pequeña pizca de viento, la insignificancia convertida en universo, tu sensibilidad remanso del desasosiego. Muy bueno el relato.
Un besazo.
¡Vaya con esa pizquita, ya decía yo que la pequeñas cosas son las que conforman las cosas importantes de esta vida!
Mariquilla, es precioso el relato y la chica del pañuelo rojo, seguramente sonreirá muchito.
Besicos guapa.
Quiero mirar... ¡a ver, a ver!, ¡qué precioso! una pizca de viento que te acaricia, que te observa, que te sigue.
Besos.
Ummmm, bonito comienzo.
ser como el viento es ser libre: "no sabes de dónde viene ni adónde va, y así son los nacidos del espíritu"
s
Tuvo que darse cuenta que ser una pizca de viento era bueno cuando alguien se fijó en ella. Suele pasar :)
¡Un abrazo!
Me ha encantado; y que la del pañuelo rojo me suena…
En fin, hoy recibí una pequeña pizca yo, pocas letras de quien no se peinaba, y hasta aquí puedo leer.
Ya nos vemos.
Kisses
P.S. No sé si sabes que el miércoles no tenemos clase, bueno si, pero no en el aula vamos a algo sobre inmigración, si quieres mas datos avísame.
El joven contempló la montaña de oro. Se sentó frente a ella, se enamoró un rato, y finalmente exclamó:
"¡Tengo todo lo que quiero!"
(Lo mismo pensó la montaña de oro)
Un (b)eso con estrellas
Si es que las cosas pequeñas valen mucho. Me ha gustado. Muchos besitos
Efectivamente, de poco en poco y de brizna en brizana, las pequeñas cosas van haciendo huracanes...
Que bello María..! Que bello!.
Saludos amiga
grande esta pizca eh...
Para ser pizca, qué grandeza muestra... como tú...
Duermevela.
Me encanta, me encanta, me encanta. Es más, me he enamorado de este relato... ahora quiero ver ese retrato de una pizca de viento.
Besos
Una pizca de viento puede ser un huracán tan sólo cambiando el punto de vista.
Y el tuyo arrasa y ventea el humo loco del mal.
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