NINGÚN SER HUMANO ES ILEGAL

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BLOG DE MARIA

OTRO MUNDO ES POSIBLE

OTRO MUNDO ES POSIBLE
CUANDO LO SOÑAMOS JUNTOS...

lunes, 9 de julio de 2007

ÚLTIMA PARTE...FIN

Los niños no estaban, se habían escapado y yo no había hecho nada por evitarlo. Quería estar sola, intimidad conmigo misma y con él; estrecharle entre mis brazos y ser consciente, sin otro afán que el meramente epicúreo, de sentir: para mí y por mí.
Reubiqué los trastos del salón y coloqué los cojines, tal y como a mí me gusta; le dije adiós a las macetas y me retoqué el pelo y las cejas en el espejo de la entrada. Las llaves en la mano y el libro dentro del bolso, … Cerrando la puerta, apareció Jorge, distraído pero sonriente me preguntó a dónde iba y si estaban nuestros hijos en casa. Sin dudarlo un segundo, le contesté que no, que los niños habían bajado al kiosco de Carmela y que estarían por allí su, por lo menos, hora de rigor… Jorge acarició mi mentón con ese pulgar suyo, que me volvía loca y se despidió con una elevación de cejas, mientras recogía el poco pelo que le quedaba y se resignaba a perder, tras sus oreja derecha - ¡nos vemos luego, loca!- me gritó desde el quicio de la puerta, yo le contesté con un guiño, mientras apretaba con la mano el libro en su escondite secreto e iba desapareciendo debajo de las escaleras del tercer piso.
Bajaba los pisos a trompicones y acelerando y aminorando continuamente el paso. Descansando para no morir asfixiada ( es lo que tiene hacer sido fumadora tantos tiempo y seguir siendo gordita…), riendo y lagrimeando a la vez; y, por supuesto, rememorando sin poder evitarlo, las carreras desde casa al Triunfo y del Triunfo a la casa, con los folios ordenados esperando ser desvirgados.

Los treinta y dos años que la vida había recorrido por mi cuerpo, me hicieron retrasar el momento esperado, pero “más vale tarde que nunca” y ¡al fin! llegué. Esta vez no era El Triunfo ni aquel piso alquilado de Granada, pero me contentaba con El Retiro madrileño (al fin y al cabo, ambos empezaban por “El” como “Él” también…,) ya empezaba el juego…
Sin dudar, elegí ese árbol, esparcí toda mi energía a su alrededor, creé una atmósfera privada, cerré los ojos, respiré hondo y los volví a abrir: …Él ya estaba allí, conmigo…

¡ Había pasado tanto tiempo y tantas cosas! Abrí las pastas y sucumbí al olor del papel y la tinta mezclado con el de la arboleda, los cuales poco a poco, me iban arrancando, sin piedad, la poca cordura que me quedaba y que, hoy, no llevaba puesta. Pasé la primera hoja y…, esperaba una dedicatoria, siempre la hacía: “ a mis hijos, a mi esposa, a mi madre…”; ¡no sé!, eran escuetas pero siempre aparecían al pasar la primera página…, mi fe, ciega, siempre albergaba la esperanza de ser yo la que se dibujase en esa escueta cita. Obvié ese dato absurdo y recordé que yo me encontraría con él dentro, por entre los renglones y valiéndome de las palabras y el uso mágico que hacía de ellas. Partí rumbo hacia donde él quisiera, sin dedicatoria y sin guión…
Leí y leí, tragué saliva para no ahogarme de vez en cuando y cuando levantaba la vista, intentando eludir el consecuente mareo, provocado por la “ingestión masiva” de palabras; le veía sentado junto a mí, en la parte trasera de la Facultad, con el bolígrafo “Bic” asomando entre su pelo.
El “Fin” llegó más rápido que otra veces, a la par que atardecía. Limpié las lágrimas y esperé quince minutos a que se relajaran mi alma y mis sollozos, a estabilizar el pulso…; volver a la realidad costaba: deshice el hechizo y desvinculé al árbol de mi vida volviendo a enjaretar la atmósfera con sus ramas, me despedí y regresé a casa… Más despacio y, tal vez, más madura…

Si al traqueteo de las llaves (con ese inmenso llavero que me regaló mi madre), le sumas el sonido de fondo de la televisión y los gritos de los niños jugando a la Play Station, se genera una honda expansiva que desfigura hasta el más pequeño resquicio de ensoñación que me quedara dentro ¡puf! Y se me despeina el flequillo con una bocanada de realidad...
Mientras avanzaba hacia el salón dispuesta a comerme esa maquina infernal que hacía autómatas a mis hijos y a su padre, me descalcé y divisé ¡por supuesto! el desorden de cojines, nada cómodo para una ama de casa estereotipada como yo… Jorge levantó la vista del mando y me devolvió una sonrisa - ¿ya estás aquí, loca? ¿qué vamos a hacer de cenar? ¡estos niños o comen o me despluman, que ya van tres helados!- … espontáneamente me acerqué a él y mientras le besaba la frente y le quitaba el bolígrafo de la oreja, le susurré en su inmenso pabellón auditivo: - me ha emocionado la dedicatoria al final del libro.. “a mi loca”.



FIN

2 comentarios:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Bonito, realmente bonitooooooooooooooooooooo, tierno y lleno de imaginación. Escribe más de esos. Espero el próximo.

paqui dijo...

ayyyyyyyy!!!!! solemente me sale un suspiro de emoción. Me ha encantado. Yo también espero el próximo.