Nunca os ha pasado que lleváis conociendo a alguien bastante tiempo (años), con una amistad sincera, basada en la autenticidad y enorgulleciéndoos de formar parte de algo tan grande que no cabe en la cabeza de cualquiera y, un día, pasa algo relevante o irrelevante, un punto desencadenante de una reacción, de respuestas, de momentos momentáneos; que te hacen acabar preguntándote cuando tienes delante a la persona susodicha: - ¿y tú quién eres?-
Se te queda cara de… - ¡No me lo puedo creer! – y la explosión de ira por dentro puede ser comparable a un pequeño Big Bang de vísceras…
Pues si no os ha pasado, mejor. A mí me pasó hace un tiempo y…, bueno, como he dicho antes...
Me quedé así :-O
Precisamente con la boca abierta como una “o” mayúscula y la expresión más tonta que, jamás, hayan podido albergar mis facciones… una a una. Las manos cayendo al final de los brazos y acompañando la postura encorvada que asemeja a cualquier personajillo de cómic perteneciente a una familia de monstruos o de esponjas marinas. Ojos desencajados y los pulmones aplastados somatizando el dolor profundo de la flecha en el culo.
Lo peor ( y lo que más me preocupa) es mi falta de control en cuanto, al movimiento desacompasado del labio inferior, se refiere.
- ¡Oh Dios, pero si voy a echarme a llorar! –
- María, te acabas de dar cuenta de que una mierda y tú tenéis la importancia paralela para esta persona, te lo acabas de comer, encima se ríe, te echa la culpa porque debías haber dicho según qué cosas, todo esto te lo dice mientras se quita el “puto” disfraz que ha llevado puesto 9 años y…tú…tú vas a echarte a llorar…! –
Pues si, señoras, como una Magdalena (de esas de dios y la virgen); llorar lo que se dice llorar no era. Si antes el Big Bang de vísceras resonó en mi universo interno, ahora, el diluvio universal eran mis ojos y mi corazoncito de niña pequeña hecho trocitos diminutos... Llorar ¡llorar!. Y me dicen que soy sensible - ¡Joder, si me acaban de asesinar, lo menos es que sea sensible!- en fin…
… Y, bueno, todo esto… ¿a qué venía? ¿por qué lo cuento?...
No importa, realmente, crecer es lo que tiene… las hostias te vienen por todos lados (algunos lo llaman “madurez” ¡valiente gilipollez!), a la ingenuidad se le empieza a poner boca de “o” y la espontaneidad se hace rea de una cárcel inventada; pero… yo no pienso dejar que el olvido doble la esquina… es que no me da la gana… ¿rencor? - ¡vale, me lo quedo!-
“Y A QUIEN NO LE GUSTE, QUE NO MIRE…o, en su defecto, QUE SE MARCHE AL INFIERNO “
¡He dicho!